segunda-feira, 22 de setembro de 2014

Parecía imposible que yo cambiara...



Siempre fui considerado por mí mismo como un hijo huérfano. A pesar de vivir con mis padres, era como si no existiese para ellos. Vivían siempre ocupados con todo y con todos, menos conmigo. Eso me hizo crecer rodeado de odio hacia ellos. No soportaba ni siquiera dirigirles la palabra, llegando a la conclusión de que no los necesitaba. De a poco ese sentimiento fue transformándose en un odio mortal. Matar a mis padres se convirtió para mí en un desafío. Sin embargo, la duda era cómo y cuándo…
Ya siendo adolescente, conocí nuevas amistades, entre ellas, jóvenes involucrados con el satanismo. Me pareció lo máximo y decidí ir más a fondo. Ellos asumían ser el anticristo, se prostituían y, claro, tenían mucha, pero mucha influencia. Rápidamente, me ahondé en la aventura, estudiando todo sobre ese "estilo de ser", hasta que, sin demorar mucho, hice mi pacto de sangre con Satanás. Y en medio a los rituales que aprendía y practicaba día a día , mi enfoque fue ampliándose, ya que cada conquista era un incentivo a querer más a mi "gran amigo", el diablo.
Era así como lo identificaba. Ya que no tuve eso dentro de casa, me convencí de que él era la familia que siempre había necesitado. "Él" siempre me convenció de que la familia era una fábula, y que mientras "Ellos" allá arriba necesitaban ser Tres para ser Uno, él, el diablo, era solo uno y era todo. Llegué a hacer un ritual para ser invisible y, créanlo: estaba convencido de eso y durante un largo tiempo viví así. Llegué a hacerle mal a mucha gente y eso era un hobby para mí.
En realidad, era un intercambio de engaños entre nosotros. Yo, haciendo todo solo para llamar la atención de todos, mostrando ser un muchacho súper fuerte, y el diablo mostrándome ser un amigo súper fiel. Estaba conmigo en las discotecas, pero no lograba, rodeado de tantas personas, librarme de la soledad. Estaba conmigo en las madrugadas, en el cementerio, pero no lograba librarme de los miedos y de los traumas. Decía que era mi consuelo, pero no lograba librarme de las perturbaciones constantes y de las pesadillas infernales. Dios, para mí, era un mito y, según la biblia satánica, mi libro de cabecera, era la persona más injusta en la faz de la Tierra. Al mismo tiempo que aprendí a no creer en la existencia de Dios, aprendí a odiarlo.
Un día, estaba tan perturbado que decidí deambular por las calles, y fue ese día que me encontré con una familia que, notando algo extraño en mí, se acercó y me dijo cosas que nunca ni siquiera había oído de mis padres. Ellos eran de la Obra de Dios, y mientras esa esposa de pastor me decía Quién realmente era Dios, pude notar que el mayor injusto estaba siendo yo, por nunca haberle dado una chance para que Él me probara qué era un Amigo de verdad. Fue difícil, pero me entregué a esa invitación y busqué la liberación. Parecía que no lo iba a lograr, pues vivía bajo amenazas constantes del diablo. El detalle era que ahora no era solo esa familia, sino muchos en la iglesia luchando por mí.

Hoy, soy obrero en la iglesia la que concurro, y no mido esfuerzos para ayudar a las personas, independientemente de los casos. Hablo de Dios con propiedad, de que es posible cambiar de vida, ya que la mía literalmente cambió. Mi libro de cabecera es la Sagrada Biblia. Mi pacto diario es con mi vida en el Altar. Mi Compañía eterna es mi Dios, ¡Él es mi mejor Amigo!
Jamisson Lima

Sem comentários:

Enviar um comentário