quinta-feira, 11 de setembro de 2014

Esperando que comience la reunión en el Templo


El domingo, mientras aguardaba el comienzo de la reunión en Templo, escribí sobre ese momento de espera. ¿Cómo pasar una o dos horas "en espíritu de oración"? Al participar del tour en el Templo con el equipo de Folha Universal, noté que absolutamente todo tiene un significado. Nada está allí en vano o por casualidad. Todo tiene un simbolismo, incluso porque ese es el lenguaje de Dios, desde siempre. Fue entonces cuando me di cuenta de que debería prestarle atención absolutamente a todo, desde el momento de atravesar los portones, para entender lo que Dios quería decirme.
Suelo entrar al Templo ni bien abren los portones. Es decir, cerca de dos horas antes de la reunión. Dos horas sin celular ni tablet, en silencio, en un lugar con poca iluminación. Para muchos, eso suena como una tortura. Si no se cuida, la mente se escapa hacia fuera del Templo y ya está pensando en los e-mails, en el trabajo, en la familia y en la “muerte de la becerra”.
Colóquese una cosa en la mente: usted está en el Templo. Es su oportunidad de oír a Dios hablarle a su espíritu de una manera intensa, que puede resolver una parte de cosas importantes dentro suyo, de una sola vez. ¿Lo va a desperdiciar? Es una gran tontería venir desde lejos y no aprovecharlo.
Me quedo sentada en mi lugar, orando, escribiendo, leyendo la Biblia y algún libro nuestro (incluso a media luz). Si considera el tiempo que antecede a la reunión como un momento de preparación para el encuentro con el gran amor de su vida, con la mayor Autoridad del Universo, le garantizo que no va a sentir sueño, ni ansiedad por no estar con sus gadgets preferidos.
Cuando se dispone a oír a Dios, Él habla. En todo, Él habla. Es como si pasara todo el tiempo recibiendo SMS del Espíritu Santo para armar el rompecabezas que usted trajo de afuera. Yo estaba cansada y en la pantalla gigante apareció: “Pero esforzaos vosotros, y no desfallezcan vuestras manos; pues hay recompensa para vuestra obra.” 2 Crónicas 15:7 – y mis fuerzas fueron renovadas inmediatamente. Apareció un paisaje lindo en un lugar que parecía desierto. Entonces noté que Dios también estaba allí, en el medio de la nada, Él conoce aquel lugar. Él conoce el lugar en el que estoy, la situación que me aflige.
Apareció también otra imagen, la de un árbol creciendo solo en la ladera de una montaña, contra todas las probabilidades. No parece haber mucha tierra allí. Parece frágil, con su tallo estrecho. Pero crece. Verde y firme. Así como yo, con muchas raíces en la Roca. Que el Templo nunca me deje olvidarlo.
Yo soy ese árbol solitario en la montaña. Soy una gota en esa ola de mar. Soy un grano de arena de esa playa, soy una de las hojas de ese bosque. Soy amada y querida por Aquel que hizo todas las rocas, esos árboles, esos ríos. Esos lugares, tan grandes para mí, son minúsculos delante de Él. Todas esas estrellas y paisajes se curvan delante de Su belleza y fuerza. En el medio del hielo, en el calor del desierto, en el viento, en las nubes, en el sol, en las estrellas, en las rocas… en toda la naturaleza vemos Su mano, Su gloria.

Desde las cosas más inmensas hasta el menor granito de arena. Cuando lo llamó a Abraham, Él dijo: Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Génesis 13:16Y dijo también: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Génesis 15:5
Deus fez a mesma comparação com duas coisas completamente diferentes aos nossos olhos: estrelas são imensas e pó é uma coisinha minúscula. Mas Deus é muito superior a tudo o que existe neste universo, então, para Ele, essas coisas são equivalentes. Uma estrela é tão pequena quanto um grão de poeira e um grão de poeira é tão grande quanto uma estrela. Por isso, está escrito:
Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados. Isaías 57:15
El tamaño y la distancia no Lo limitan. Para Dios, ambos tienen el mismo tamaño y la misma importancia. ¿Por qué, entonces, a Él yo no Le importaría? Él eligió que yo Le importara. Escogió hacernos participantes de Su gloria. Lo mínimo que podemos hacer es retribuir esa elección. Seremos siempre deudores. Nada podemos darle, pues todo viene de Sus manos. Pero Él nos otorgó el privilegio de poder honrarlo con lo que nos dio. Nuestra vida, nuestro trabajo, nuestro cuerpo, nuestras elecciones, nuestro dinero, nuestro tiempo. Todo eso a lo que llamamos "nuestro", pero que viene de Él.
Escribo estas cosas mientras espero que comience la reunión. Porque escogí oírlo. Él habla conmigo incluso antes de que el Obispo suba al Altar. Y continúa hablando después, a través de la Palabra, de la música, de las oraciones y de la ofrenda. La paz de esos paisajes está, en realidad, adentro mío. Los candelabros en las paredes me hacen recordar que debo mantener la llama siempre encendida. El Arca atrás del velo, esperando el momento indicado para ser vista. El velo rasgado, dándonos acceso a la Salvación.
Y tengo ganas de despertar a quien duerme. "Despierta, oh tú que duermes, y Cristo te iluminará". Quiera ser iluminado. Si usted decide que su ida al Templo será especial, aprovechará cada momento de su estadía allí. Dios está allí. Y usa incluso los instantes más improbables para hablar con nosotros cuando estamos atentos a Él. Los problemas que estaban en mi mente se hicieron tan minúsculos mientras meditaba en las grandezas de Dios, que entendí lo que Él esperaba de mí. Que yo jamás dejara el Templo. No el edificio físico, porque al final de la reunión tendría que salir (aunque no tuviera ganas, pienso que tendría algún problema con el equipo de seguridad si insistiera en no salir de allí dentro), sino el ambiente de temor, de reverencia y confianza. Y como soy Templo del Espíritu Santo, al mirar el Templo entiendo cómo debo ser. Y al mirar el Arca, entiendo dónde debe estar mi corazón.
Cuando el velo se abrió y el Arca apareció, era como si un portal fuese abierto. Me había preparado y, por eso, pude entrar. En el medio de la reunión, el Obispo mostró la imagen del universo… y, al mirar las galaxias, me di cuenta de que mi meditación al respecto de la grandeza de Dios necesitaba un pequeño upgrade. Alguien para quien el polvo y las galaxias son cosas del mismo tamaño ciertamente espera que yo vea todas las cosas con esa misma perspectiva. La próxima vez que entre al Templo, piense en ese privilegio. Delante de todo eso, sinceramente, mi smartphone perdió toda gracia.


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