sábado, 27 de setembro de 2014

Me cansé de ser yo...













¡Hola, querido obispo Macedo!
Es con inmenso placer que le relato un poco de mi historia antes de llegar al Templo de Salomón.
Mi nombre es Tereza, vivo en la ciudad de Realeza (PR). Hace 40 años soy evangélica. Crecí en una denominación evangélica muy tradicional y llena de doctrinas. Sin embargo, durante 40 años de mi vida viví engañada, pues creía que para ser salva tendría que mantener mi pelo largo, usar pollera y otras cosas absurdas que creía que eran de Dios.
Era una persona muy triste, y en los últimos tiempos todo me estaba saliendo mal en mi vida. Un día como este, estaba en casa cuando se me acercaron dos personas que estaban evangelizando. Me entregaron un periódico y me invitaron para que fuera a la Iglesia Universal.
Al principio me rehusé y les dije que no, pues ya tenía mi iglesia, ¡qué ignorancia la mía! Pero la simpatía y el cariño de esa mujer y de ese hombre, que más tarde supe que eran el pastor y su esposa, me hicieron cambiar de idea. Me pareció que realmente eran personas de Dios hablándome, entonces acepté la invitación para ir a la iglesia, y después de eso nunca más dejé de ir, aunque aún estuviese yendo a mi otra iglesia, porque tenía un cargo de diaconisa. Pero enseguida me di cuenta de que ese no era más mi lugar, pues todo estaba mal en mi vida, y después que comencé a concurrir a las cadenas de la Universal, todo comenzó a salirme bien y la felicidad volvió a encenderse en mi corazón.
Sin embargo, todo cambió de una vez por todas cuando fui al Templo de Salomón.Cuando entré sentí mucha paz y alegría, las lágrimas corrían por mi rostro, y cuando usted comenzó la reunión, tuve la certeza de que jamás saldría de esta iglesia. Cuando volví de allá, realmente abandoné al viejo corazón y a las doctrinas que seguía. Estoy hace solo tres meses en la Universal, pero nunca más dejaré esta fe, pues veo día a día el Poder de Dios actuando de forma grandiosa en este ministerio, y permaneceré aquí por el resto de mi vida permaneceré aquí.
¡Un gran abrazo, obispo!
Que Dios lo bendiga mucho a usted y a los pastores de la Iglesia Universal.
Tereza

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