Mi Hijo amado
Solo el Espíritu de Dios tiene autoridad para testificar quiénes son Sus hijos.
Ninguna religión o ser humano es capaz de eso.
Solamente quien los generó reconoce a los hijos.
Es lo que sucedió en el Monte Hermón.
Solo el Dios Padre, a través del Espíritu, glorifica, reconoce, testifica, testimonia, confirma a quien Él generó.
Esa es la razón de la alegría indescriptible cuando se nace del Espíritu.
La paz del Espíritu de la Paz es la primera señal.
Porque las acusaciones pecaminosas son borradas.
La persona se siente limpia, pura, lavada interiormente.
Otra señal del Espíritu que acompaña a la paz es la alegría.
No es una alegría común, un placer momentáneo o algo parecido.
Esa alegría no tiene nada que ver con las de este mundo.
Al contrario, es una alegría inexplicable, un gozo singular, y solo quien lo experimenta sabe lo que es, pero no sabe explicarlo.
Por eso se llora de alegría y se ríe hasta llorar.
¡Ah! ¡Qué día!…
¡Ah! ¡Qué momentos tan sublimes!
El Hijo fue honrado por el Padre antes de ser humillado por el mundo.
Ahora, a través de Jesús, el Padre honra a los demás hijos que van siendo generados por el Espíritu Santo.
La nobleza de la paz y de la alegría desprecia a todos los valores de este mundo.
¡Realmente a todos! ¡100%!
El placer de ser llamado hijo por el Padre compensa cualquier tribulación.
Por eso, el apóstol afirma:
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de Ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero.
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó.
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” Romanos 8:35-39
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó.
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” Romanos 8:35-39
Verdadera locura de la fe.
Probablemente muchos no entenderán al leer este texto…
Solo quien ya vivió tal experiencia sabe valorar lo que significa ser hijo de Dios.
Este es Mi Hijo amado; a Él oíd. Lucas 9:35
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