sexta-feira, 31 de outubro de 2014

Rescatada del infierno














Querido obispo Macedo,
Mi nombre es Luana, acabo de cumplir 30 años, y si no fuera por usted quizás eso no hubiera sucedido.
Soy del interior del interior de Bahía. Dios me sacó de la nada y me trajo a vivir aquí, en Estados Unidos. Lo único que hice en Brasil fue terminar mis estudios con mucho esfuerzo. Hablo fluidamente inglés y español sin haber ido nunca a la escuela para eso.
En fin, la razón de esta carta es solamente para agradecerle por dejar que Dios lo use como instrumento para salvar almas.
Cuando tenía 13 años, mi único pensamiento era el del suicidio. La primera vez que lo intenté, tomé más de 30 comprimidos de calmante, pues pensaba que tenía que dormir y no despertarme más, pero no sucedió nada. Yo me odiaba tanto, estaba tan enojada conmigo misma que no sabía explicarlo. Eso me daba el coraje para intentar quitarme la vida.
Buscaba con mi madre ayuda en varios lugares, como en la macumba, en el espiritismo, en la iglesia católica, y de nada servía, nuestras vidas continuaban siendo un infierno.
Hasta que un día comencé a escuchar su programa en Red Aleluya, a las 11 de la noche. No sabía quién era usted ni qué era la Iglesia Universal, pero recuerdo que ese era el único momento del día que me gustaba y en el que sentía un poco de paz. Sin embargo, yo continuaba con esa voz diciéndome que me quitara la vida.
Hasta que lo intenté por segunda vez. Esa vez iba a tomar veneno para ratas. En el momento en que lo iba a hacer, hice una oración por primera vez en mi vida y Le dije a Dios que me iba a quitar la vida, pero que si no era Su voluntad, que arrancara los pensamientos de suicidio y de odio de mi mente.
¡Ese momento fue inolvidable! En ese mismo instante, tuve una experiencia con Dios, porque invoqué el Nombre de Jesús. ¡Sentí una paz, unas ganas de llorar y una sensación de libertad! El odio que tenía de mí misma, los malos pensamientos, todos se fueron en ese mismo instante.
No conocía la Iglesia Universal hasta ese momento. Gracias a Dios, a través del Espíritu Santo que lo usó a usted, fui liberada y salva, por Su misericordia.
Le agradezco a Dios todos los días por su vida.
¡Muchas gracias por enseñarme el Camino correcto, por enseñarme sobre Jesús!
Porque usted dejó que Dios lo usara, muchas otras almas y yo fuimos salvadas y rescatadas del infierno.
¡Que Dios lo bendiga a usted y a su familia grandemente, hoy y siempre!
Un fuerte abrazo,
Luana Watson

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