terça-feira, 21 de outubro de 2014

Mansión Celestial














En la casa de Mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, Yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si Me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis.
Juan 14:2-3

Todos sabemos que para construir una casa se necesita arena, tierra, cemento, piedras y otros materiales. A medida que compramos esos materiales y se los entregamos al constructor, la obra va tomando forma lentamente hasta convertirse en una simple casa o en una mansión.
Jesús dijo: “En la casa de Mi Padre muchas moradas hay… voy, pues, a preparar lugar para vosotros.”
Meditando sobre eso, pienso que Él es el constructor de esas moradas celestiales.
Pero, ¿cuál es el material que el Señor necesita para construir nuestra casa sobre las estrellas? Santidad; comunión con Dios a través de la oración y de la adoración; andar en la justicia, en el temor, en la obediencia, en la fidelidad y en la reverencia; tener pasión por las almas perdidas; tener la consciencia limpia; el carácter purificado; además de luchas, tribulaciones y persecuciones, que maduran nuestra fe, sin la cual es imposible agradar a Dios. Hebreos 11:6
También sabemos que todo en esta vida tiene un precio, y este aumenta o disminuye de acuerdo con la calidad de lo que se desea. Para adquirir una mansión celestial, el precio a ser pagado es realmente muy alto, pues la moneda de cambio de esa mansión es la FE SACRIFICIAL, la renuncia al pecado, el desapego de los bienes materiales, como dinero, casa, autos, hijos, marido, mujer, proyectos personales, etc. Es hacer que esas cosas pierdan valor delante de la visión espiritual y del ideal de poder disfrutar un día de ese nuevo hogar, en el que no habrá energía eléctrica, porque el Señor Jesús será nuestra Luz.
No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos Apocalipsis 22:5
Vale la pena sacrificar y pagar el precio que sea para conquistar la MANSIÓN CELESTIAL por toda la Eternidad.
¡Dios los bendiga!

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