quarta-feira, 24 de dezembro de 2014

Mirando hacia arriba (Obispo Paulo Roberto)








El buitre: Si pones un buitre en un cajón que mida 2 metros x 2 metros y que este completamente abierto por la parte superior, esta ave, a pesar de su habilidad para volar, será un prisionero absoluto.

La razón es que el buitre siempre comienza un vuelo desde el suelo con una carrera de 3 a 4 metros . Sin espacio para correr, como es su hábito, ni siquiera intentará volar sino que quedará prisionero de por vida en una pequeña cárcel sin techo.

El murciélago: Vuela por todos lados durante la noche es una criatura sumamente hábil en el aire, pero no puede elevarse desde un lugar a nivel del suelo.

Si se lo coloca en el suelo en un lugar plano, todo lo que puede hacer es arrastrase indefenso y, sin duda dolorosamente, hasta que alcanza algún sitio ligeramente elevado del cual se pueda lanzar a si mismo hacia el aire. Entonces, inmediatamente despega para volar.

La abeja: Es sumamente inteligente, pero al ser depositada en un recipiente abierto, permanecerá allí hasta que muera, a menos que sea sacada de allí.

Nunca ve la posibilidad de escapar que existe por arriba de ella, sin embargo persiste tratando de encontrar alguna forma de escape por los laterales cercanos al fondo. Seguirá buscando una salida donde no existe ninguna, hasta que se destruye completamentea si misma.

Reflexión:
 Las personas en muchas ocasiones actúan como el buitre, el murciélago y la abeja. Sumamente frustradas con los problemas, lidian con ellos, sin nunca darse cuente que todo lo que tiene que hacer es ver hacia arriba. Mirar hacia arriba, significa mirar para el poder de Dios, para la capacidad que Él tiene de ayudarnos a solucionar cualquier adversidad. Significa manifestar la fe en Su Palabra, lanzarnos cien por ciento en Sus Promesas, que nos garantizan la victoria.


La incertidumbre mira hacia atrás, al rededor o hacia abajo, pero la fe mira hacia arriba, hacia Dios, se renueva cada día y nos capacita para vencer los obstáculos. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. (Romanos 12:2).

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